En los últimos años, se ha confirmado el crecimiento exponencial de la ola tecnológica; aunque se han creado muchas expectativas al respecto, es con el pasar del tiempo que se evidencia su impacto real en el tejido social. 

Actualmente, se experimentan grandes procesos de automatización empresarial; en el Informe sobre Tecnología e Información de Naciones Unidas, se consideran algunas estimaciones que “sugieren que en los próximos 20 años en Europa y los Estados Unidos entre el 30 % y el 50 % de los puestos de trabajo podrían automatizarse. Otros estiman un impacto menor: del 8 % al 14 % de todos los puestos de trabajo.” 

Este panorama hace que los Gobiernos traten, cada vez más, de seguir el paso de la innovación, asegurando la competitividad. En este caso, la pandemia por Covid-19, ha logrado evidenciar otras formas de trabajo que permiten mantener, e incluso aumentar, la productividad, combinando diferentes opciones de inserción laboral, entrevistas de trabajo virtuales, menor congestión vial, menor tiempo de traslado, entre otras. 

Así como la automatización puede significar pérdida de espacios de trabajo, permitirá explorar otros nuevos, por lo que “para rentabilizar al máximo estas tecnologías, los trabajadores necesitarán adquirir competencias en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, así como en diseño, gestión y emprendimiento.”

La tecnología puede significar un apoyo importante en la solución de distintos problemas, sin embargo, no actúan por sí solas. La alfabetización digital, la accesibilidad y educación tecnológica permitirán que las personas hagan un uso responsable de estas herramientas y de esta manera se optimicen sus beneficios.